En este primer fragmento, trata de la duda
metódica que emplea para deshacerse de cualquier enunciado
confuso o impreciso. Centra su interés
en establecer un tipo de filosofía
rigurosa, exacta, que pueda ser universalizable, y piensa que hay que deshacerse de los
prejuicios. Le parece incorrecto afirmar como ciertas, proposiciones sin haber
comprobado fehacientemente, con
anterioridad, su verdad.
Esto lleva a Descartes a manifestar que hay que
dudar de los sentidos, los razonamientos matemáticos, la distinción entre
sueño y realidad. El filósofo se pregunta si habrá algún
conocimiento absolutamente indubitable, fundamento y base de su filosofía. Así llega a la conclusión de que mientras esta
dudando, piensa, y es imposible, dudar sin existir. De esta forma llegó a:
Pienso, luego soy, primer principio de su filosofía.
2ª parte:
En este fragmento analiza más
profundamente la cuestión de la naturaleza de este yo que piensa. Y llega a la conclusión de que es esencial al ser humano la actividad del
pensamiento. Argumenta, que no se puede dudar de la actividad mental, porque la duda es una
actividad del pensamiento, y aunque el
cuerpo no existiese, el alma no dejaría de
trabajar. Puesto que es absurdo pensar que el pensamiento se puede
ejercer en abstracto o en el vacío. Necesariamente lo lleva a cabo la res
cogitans o alma.
Una cosa es verdadera
cuando la percibimos de forma clara, que nuestra mente no se confunde. Utiliza el Cogito ergo sum como modelo
paradigmático, de tal modo, que si encontramos otra proposición que tenga la
misma claridad y distinción que éste, podremos considerarla cierta y segura.
Esta es la formulación de la primera regla del método, la de la evidencia: no
tomar por verdadero, sino lo que se presenta a mi mente de manera clara y
distinta
3ª parte:
Descartes reflexiona acerca
del hecho de que siendo él un ser imperfecto, como es posible, que pueda
concebir la perfección. La respuesta a esto parece hallarse en que dicha idea
proviene de una naturaleza que sí es perfecta. Aunque su mente es
imperfecta, no lo es del todo. Tras ver que hay ideas que no lo superan en perfección, aún
queda la duda de la procedencia de la idea de perfección y visto que no puede
proceder de él, ni tampoco de la nada, sólo queda la posibilidad de remitirse a
una naturaleza más perfecta, es decir, a Dios, que la ha puesto en su mente.
Se da cuenta
de que un razonamiento lógico, como un desarrollo matemático, puede ser evidentemente
correcto, pero que, por otro lado, éste no tiene que existir por necesidad. En cambio, la existencia de Dios es tan evidente como
lo puede ser un razonamiento matemático, pero en la idea de Dios como ser
perfecto se halla comprendida la existencia, porque le es esencial.
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